Un macabro hallazgo en el Museo Moyse’s Hall de Suffolk renueva el debate sobre prácticas punitivas del siglo XIX
En las estanterías olvidadas de la oficina del Museo Moyse’s Hall, en Bury St Edmunds, ha aparecido un segundo libro cuya encuadernación incluye restos de la piel del infame asesino William Corder. Este espeluznante ejemplar, que complementa al ya exhibido desde 1933, data de 1828 y documenta el tristemente célebre caso del “asesinato del granero rojo”.
Corder fue ajusticiado tras ser declarado culpable de matar a María Marten en 1827 y su cuerpo, sometido a disección anatómica, aportó cuero humano para practicar la llamada “bibliopegia antropodérmica”. El primer volumen, cubierto por completo con su piel curtida, ha convivido con los visitantes del museo durante casi un siglo, pero el reciente descubrimiento de un segundo libro —solo con fragmentos de piel en su lomo y esquinas— revela que los artesanos reciclaron los sobrantes del proceso original.
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El hallazgo plantea nuevamente una discusión sobre la exhibición de restos humanos en instituciones culturales. Mientras el autor Terry Deary califica estos objetos de “artefactos enfermos” y “espectáculo de fenómenos”, los responsables del museo defienden su valor histórico: “No es sensacionalismo, sino una ventana al pasado”, asegura Dan Clarke, encargado de patrimonio. Ambos libros se muestran actualmente junto a una jaula de horca del siglo XVIII, testimonio de un sistema penal hoy considerado brutal.
Durante su juicio en la Shire Hall de Bury St Edmunds, más de 7.000 espectadores presenciaron la ejecución de Corder bajo el “código sangriento” británico. El rescate de este segundo volumen, donado hace décadas y nunca registrado oficialmente, permite profundizar en prácticas forenses y legales que hoy estremecen. El Museo Moyse’s Hall mantiene intacta la exposición, sin haberse recibido quejas formales en más de una década.
Fuente y foto: DW.