Juan Ignacio Antonio ya es papá de dos varones, vive en Capital Federal y definitivamente músico, más allá de emprendimientos empresariales, que le permiten mirar con la madurez de siempre a través del espejo retrovisor de la vida, que tan rápido creció con la pelota en sus pies y, a la vez, que tan fugaz fue tan bien todo, meteórico, en su laureada carrera como profesional.
“Iñaki no cambia. Tan humilde y siempre predispuesto a charlar con el programa social y deportivo “Nada personal” de Radio Sudaca 105.3 de Trelew.
Un calco entre aquel que fue campeón en los Juegos de la Araucanía Chubut 2005 con Luis “Zorro” Bastida y Eduardo “Pepe” Castro como entrenadores y el que jugó sin creérsela en el River de Daniel Passarella como DT. Además de calzarse la celeste y blanca juvenil de “Pancho” Ferraro, tanto Sub-17 como en la Sub-20, para luego emigrar a Italia para jugar en el Calcio, vistiendo la casaca del Brescia, pasar de ahí a la Sampdoria y recalar finalmente en Saló, un paraíso turístico de la región de Lombardía.

Desde su arribo a la península hasta las urras dadas a los 28 años, el éxito fue el único resultado y palabra que utilizó Antonio.
Sin embargo, sintiendo que había alcanzado cada uno de sus objetivos y hasta superados los límites que incluso jamás se había impuesto, dejó la redonda y se sumergió en su otra gran pasión. Aquella que aún con los cortos y bien transpirado, siempre fue urdiendo.
La música es el presente hecha grupo. Una banda de familiares y de amigos que pergeñaron Trakis y Los Atlantes. Con dos álbumes en la calle, la cuarentena paró presentaciones en Trelew o en Buenos Aires, y solo les permite ensayos virtuales aunque no frenó la imaginación que se traduce en letras en un borrador. El corolario de aquellos purretes que metían bulla en el barrio Padre Juan Muzio.

Juan Ignacio Antonio tiene anécdotas al por mayor para contar. Desde aquel potrero hecho cancha oficial con la azurra en el pecho, hasta de su relación con el recio Kaiser millonario y testigo privilegiado de las imprevisibles gambetas de un tal Ariel Ortega. Y, para variar en sorpresas, a pasar de tocar con la banda ante un público swinger.
“Iñaki” no cambió. Desafíos cumplidos y sueños concretados. Todos siendo el mismo. Entonces, a esta altura, ¿para qué cambiar?.
Gentileza: Héctor Fabián Araneda.