“Fuimos invitados por la Secretaría de Bosques y Parques de la Provincia y por la Coordinación de Restauración del Bosque Nativo que dirige tan bien este ingeniero forestal que se llama Mario Guzmán, y su equipo”, destacó Saéz.
“Vinimos con un grupo de 12 niños futalaufqueños, niños que plantan desde muy chiquitos, que producen sus plantas y las colocan en el bosque del Parque Nacional Los Alerces”, remarcó.
“Ayer tuvimos la suerte de venir a plantar a la zona de El Maitén, en el campo de un productor privado que se llama Marcelo Santos, un campo que tuvo la desgracia de un incendio tan devastador, que se denominó El Boquete”, dijo el docente en medio del edén, la naturaleza que dejaba escuchar sonidos de pájaros.
“Todos los incendios tienen un nombre, porque así lo registra luego la Dirección de Bosques y Parques cuando se empiezan a hacer los trabajos de remediación ambiental, de restauración y de ayuda a la vegetación del espacio dañado”, explicó el también viverista.
“Este incendio que se inició a espaldas de El Bolsón por un grupo de trekkineros, que pararon a hacer unas tortas fritas y dejaron un fuego mal apagado con las terribles consecuencias que provocó eso”, lamentó.
“Solamente a este productor se le quemaron 300 hectáreas de pino prácticamente al corte, un daño económico enorme. Son 300 mil pinos que, hablando ayer con él, ahora no se lo quiere aserrar ningún aserradero porque le dicen que el carbón que queda en la corteza desafila las cuchillas de las máquinas, entonces intentará venderlos como biomasa para recuperar parte de esa gran pérdida”, dimensionó Sáez.
“Pero también se le incendiaron alrededor de 200 hectáreas de bosque nativo, que si lo multiplicamos 600 plantas en cada hectárea, son miles y miles de plantas. Un bosque muy lindo lleno de ñires, cipreses, lauras, maquis, con una vida hermosa como todo bosque nativo”, expuso el docente.
“Ayer plantamos cipreses y tiene su importancia porque el ciprés, la lenga y el cohiue son las tres especies nativas que no se regeneran por cepas, por ahí es muy técnico”, valoró.
“Las plantas nativas tienen esa fortaleza de poder recuperarse desde su raíz. Cuando el incendio es muy rápido se quema la parte aérea, pero el sistema radicular de la planta queda muy fuerte y luego de un año o dos comienzan a emerger yemas desde la cepa de la raíz y la planta vuelve; vuelven el maqui, el ñire, el chacay, el maitén, el notro, el pañil, el radal, muy bien. Pero no vuelven ni el ciprés, ni la lenga ni el cohiue”, precisó.
“Por eso generalmente cuando se viene a plantar en un trabajo de restauración se traen esas tres especies, particularmente el ciprés y el cohiue en el caso de los grupos de estudiantes de las distintas escuelas, que es un gran programa que tiene la Secretaría de Bosques de poder acercar a niños, jóvenes y sus docentes para participar de estas jornadas, súper cuidados por la gente de bosques y con todo pago”, subrayó.
“A veces pienso que cuando decimos que todo está mal y encontramos personas comprometidas, con ganas de hacer las cosas bien, todo cambia”, reconoció.
“Hace años, poner un colectivo a disposición de un grupo de niños para que vayan a plantar arbolitos al bosque para muchos era una pavada. No querían gastar en esto”, recordó.
“En cambio hoy, hay un grupo de personas dentro de la Secretaría de Bosques que lo piensa y lo piensa muy bien, y hace muchos años que desfilan niños y jóvenes de las distintas escuelas por los bosques incendiados tratando de ayudar a su recuperación. Y eso es enorme, es emocionante”, aseguró Sáez.
Aclaró que “los cipreses no son de nuestro vivero, porque como tenemos más de 50 kilómetros del lugar del incendio no correspondía traer genética de otro lado, hay que tener cuidado con eso. Son plantines de cipreses de dos años de viveristas privados de la zona que por suerte también están teniendo auge y empiezan a aportar plantas nativas al bosque, desde sus producciones”.
“Nuestros chicos plantan desde muy pequeños, desde nivel Inicial aprenden a cosechar una semilla, a limpiarla, a sembrarla y cuidarla durante tres años. Ya vienen con una gimnasia distinta”, resaltó.
“Para nosotros desde la Escuela 25 es una de las jornadas más lindas, quizás una de las mejores actividades que tienen, según ellos mismos lo expresan”, señaló Saéz.
“Por suerte nos tocó un buen suelo, no tan pedregoso, y plantamos 560 plantas con niños de entre 8 y 11 años, lógicamente acompañados por dos compañeros docentes, Luis y Ayelén, es un placer trabajar con ellos, han aprendido mucho y son el futuro del proyecto”, ponderó.
“Hoy terminamos, estamos desayunando y ya nos vamos a la Catarata Corbata Blanca a plantar coihue, calculamos unos mil. Ese incendio es de Golondrinas, que se supone que fue provocado por el mal mantenimiento de las líneas eléctricas. El cohiue adquiere un buen porte, de hasta unos 40 metros, y puede vivir hasta 300 años”, refirió.
“Los árboles que nosotros plantamos deben tener una adaptación al suelo bosque. En el caso del incendio de Futalaufquen, las plantas que han surgido por las semillas porque queda ese material genético importante y empiezan a germinar por la misma fuerza de la naturaleza. Hay nos damos cuenta que somos muy pequeñitos a la hora de plantar y ayudar, pero somos devastadores a la hora de prender fuego nuestro bosque”, analizó.
“Creo que en 15 a 20 años tendremos plantas muy jóvenes de 5, 6, 8 metros, pero con un diámetro de tronco, de fuste, de 12, 15 centímetros. Después hablamos de árboles grandes, centenarios, que tienen troncos por encima del metro y medio de diámetro y unos 40 metros de alto, pero son de uno, dos siglos como mínimo”, consideró Saéz en el final.
