Aunque muchos creen que se trata de una cuestión estética o de calidad, la concavidad inferior de las botellas cumple funciones clave para conservar mejor el vino y facilitar su servicio.
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Una de las características más llamativas de las botellas de vino es la presencia de una hendidura en su base. Esta concavidad, conocida como “punt” en inglés, genera múltiples teorías entre los aficionados: algunos la asocian a una señal de calidad, otros a una simple decisión estética. Sin embargo, la realidad es que este diseño responde a funciones prácticas que se remontan siglos atrás.
En los vinos añejos, donde los sedimentos naturales se forman con el paso del tiempo, el punt cumple un rol clave: dirige los residuos hacia el anillo más profundo del fondo, evitando que se mezclen con el líquido al momento de servirlo. De este modo, se mejora la experiencia sensorial al mantener el vino más limpio y libre de partículas sólidas.
Pero esa no es su única función. La hendidura también otorga mayor resistencia estructural a la botella, permitiéndole soportar mejor la presión interna en algunos tipos de vino. Además, facilita el agarre del sommelier o camarero al servir y mejora la estabilidad de la botella durante el proceso de embotellado, ya que se adapta mejor a las cintas transportadoras de las bodegas.
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Su origen se remonta al siglo IV, cuando los antiguos sopladores de vidrio moldeaban las botellas a mano. En aquellos tiempos, lograr un fondo completamente plano era muy difícil, por lo que optaban por hacer una base cóncava que aportara estabilidad y firmeza a los envases.
Hoy en día, aunque los procesos industriales podrían eliminar esta característica, muchas bodegas eligen conservarla por tradición, funcionalidad y porque sigue transmitiendo una imagen de elegancia y autenticidad.
Fuente y foto: TN