La reciente convocatoria de la Confederación General del Trabajo (CGT) a un paro general en protesta al Gobierno de Javier Milei ha despertado cuestionamientos sobre la autenticidad de su compromiso con los trabajadores, especialmente en contraste con su actitud pasiva durante los cuatro años del mandato de Alberto Fernández.
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Además, el hecho de que la CGT haya decidido tomarse unas vacaciones antes de llevar a cabo el paro agrega un elemento de desconcierto. Si la defensa de los derechos laborales es la prioridad, la elección de disfrutar de un período de descanso antes de tomar medidas concretas plantea interrogantes sobre la coherencia entre las declaraciones y las acciones reales de la central obrera.
Esta combinación de inactividad pasada, el repentino despertar ante las medidas económicas y la decisión de tomarse vacaciones antes de la movilización generan dudas sobre la verdadera motivación detrás de las acciones de la CGT.
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La central obrera enfrenta ahora la tarea de explicar por qué guardó silencio durante tanto tiempo, por qué su activismo coincide precisamente con un cambio de gobierno y por qué optó por unas vacaciones antes de la acción directa en defensa de los trabajadores. La falta de coherencia en su actuar plantea desafíos para la credibilidad y la legitimidad de la CGT en este contexto.
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