Fue una de las joyas visuales de Rápidos y Furiosos, pero el Nissan 240SX violeta terminó desarmado, sin homenaje ni legado. La historia detrás del modelo que simbolizó poder femenino.
La saga Rápidos y Furiosos convirtió autos en símbolos emocionales, familiares y culturales. Desde su lanzamiento en 2001, los fanáticos vieron cómo cada vehículo representaba no solo velocidad, sino también identidad y lealtad. Entre esos íconos quedó el Nissan 240SX de Letty Ortiz: veloz, impactante y feminista. Pero detrás del brillo fílmico, la historia del auto tiene un final mucho menos glamoroso.
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El 240SX no nació como estrella. Era un coche plateado, propiedad de un entusiasta del tuning, que fue alquilado para el rodaje. La producción lo transformó: pintura violeta, kit Zeal y un motor SR20DET de 400 caballos lo convirtieron en uno de los autos más potentes de la primera entrega. Tres unidades participaron en el rodaje, pero solo una fue la “hero car” —la que aceleraba de verdad.
Luego de la fama, vino el ocaso. El auto recorrió exposiciones y revistas especializadas en Estados Unidos, pero en 2009 su dueño lo restauró al estado original y lo vendió. El siguiente propietario, lejos de preservar su historia, lo desmontó por completo: sacó el motor y envió el chasis a un depósito de chatarra. Así, sin ceremonia, se borró un pedazo de historia cinematográfica.
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La desaparición del Nissan también tiene un peso simbólico. En una franquicia donde los autos son tan importantes como los protagonistas, destruir uno de ellos equivale a borrar una parte del universo Fast & Furious. Más aún cuando ese auto representaba fuerza femenina en un mundo dominado por hombres. Su destino olvidado recuerda lo efímero de ciertos símbolos culturales.
El legado del 240SX de Letty sobrevive en la memoria de los fans. Pero su ausencia física plantea preguntas sobre cómo se valora —o se descarta— lo icónico. Un auto que marcó una generación merecía un destino distinto. Su historia sirve como homenaje tardío, y como advertencia: no todo lo que brilla en la pantalla vive para siempre.
Fuente: Noticias Argentinas.