A pesar de los avances científicos y la sólida evidencia que respalda la teoría de la evolución, todavía existen sectores que rechazan esta explicación de la biodiversidad y defienden la existencia de un «diseñador maestro». Según estas creencias, la complejidad del mundo natural y la vida no pueden explicarse sin la intervención de un ser superior que guió el proceso. Sin embargo, los estudios biológicos muestran que si realmente habría un plan desde el principio, no sería tan perfecto como se sugiere.
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La evidencia científica señala que la Tierra tiene unos 4.500 millones de años, en contraste con las afirmaciones de algunos sectores religiosos que sitúan la creación en el año 4004 a.C. Los registros fósiles también desmienten las teorías que sugieren que humanos y dinosaurios convivieron, un argumento que persiste en ciertos círculos religiosos. Los fósiles de ambos grupos nunca fueron encontrados en las mismas capas geológicas, lo que prueba que la evolución siguió un curso diferente al planteado por estas creencias.
El concepto de «diseño inteligente» intenta combinar la creencia en un creador con la teoría evolutiva, argumentando que la evolución no podría haberse dado sin una dirección específica. Sin embargo, la teoría de la evolución de Darwin-Wallace explica claramente que los cambios en las especies ocurren por azar y selección natural, sin la necesidad de un director. Este proceso gradual, donde las adaptaciones se superponen y se modifican a lo largo de millones de años, explica cómo surgieron las especies actuales, incluido el ser humano.
Un argumento recurrente del «diseño inteligente» es la llamada «complejidad irreducible», que se refiere a estructuras biológicas que parecen demasiado complejas para haberse formado de manera gradual. Ejemplos como el ojo humano son utilizados para respaldar esta idea. No obstante, la biología demostró que muchas funciones de estas estructuras se desarrollaron gradualmente y que incluso hoy en día existen animales con formas oculares primitivas, lo que refuta esta noción de un diseño perfecto desde el inicio.
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La prueba definitiva de la evolución se encuentra en el ADN. Todos los seres vivos comparten un código genético común, lo que permitió avances como la ingeniería genética, donde genes de un organismo pueden insertarse en otro con éxito. Si existiera un diseñador superior, sería más lógico que cada especie tuviera un código genético único, lo que evitaría la transferencia de genes entre especies y demostraría que cada organismo fue creado de manera independiente. Sin embargo, la realidad genética apunta a un origen común, lo que respalda la teoría evolutiva.
Fuente: Euronews.
Foto: Computer Hoy.
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