Una investigación arqueológica plantea que las estatuas de Hatshepsut fueron desactivadas ritualmente, y no destruidas por venganza. Se reaviva el debate sobre su legado y la figura de Tutmosis III.
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Hatshepsut fue una de las pocas mujeres en ocupar el trono del antiguo Egipto como faraona, y su reinado, hace más de 3.500 años, marcó un período de notable prosperidad y expansión comercial. Sin embargo, tras su muerte, su figura fue aparentemente borrada de la historia por su hijastro y sucesor, Tutmosis III, quien ordenó destruir numerosas estatuas y relieves con su imagen.
Durante décadas, los investigadores atribuyeron esta campaña a un acto de venganza motivado por su género y por el deseo de afirmar que ninguna mujer podía ejercer con éxito el poder. Pero una nueva hipótesis plantea que esta interpretación podría haber sido influenciada por una lectura moderna y romántica del conflicto.
Según Jun Yi Wong, académico de la Universidad de Toronto, los motivos detrás de la destrucción de las estatuas de Hatshepsut fueron probablemente rituales y simbólicos, más que personales. Su estudio, publicado en la prestigiosa revista Antiquity, propone que las imágenes de la faraona fueron desactivadas ritualmente para neutralizar sus presuntos poderes sobrenaturales, en lugar de ser eliminadas por odio o ambición política.
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Las estatuas fueron cuidadosamente quebradas en puntos estratégicos como el cuello, la cintura y los pies, pero sin dañar los rostros ni las inscripciones, lo que indica que la acción fue ejecutada con un sentido ceremonial. Estas prácticas eran comunes en el Egipto antiguo, donde se creía que las estatuas reales contenían fuerza vital o poder divino.
Wong analizó materiales arqueológicos hallados en excavaciones entre 1922 y 1928, y concluyó que si bien hubo una intención de eliminar el rastro de Hatshepsut, no necesariamente estuvo motivada por misoginia o enemistad familiar. También señaló que muchas estatuas fueron reutilizadas como material de construcción en siglos posteriores, lo que pudo haber contribuido a su deterioro.
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Hatshepsut fue primero regente del joven Tutmosis III, pero consolidó su poder y gobernó como reina-faraón. Impulsó el comercio con regiones lejanas como Punt y encargó obras monumentales, como su majestuoso templo mortuorio en Deir el-Bahari, en la orilla occidental del Nilo.
Este nuevo enfoque arqueológico invita a revisar la narrativa tradicional sobre la lucha por el poder en el Antiguo Egipto y a observar con mayor detenimiento los rituales funerarios y el simbolismo que regía el mundo de los faraones.
Fuente y foto: DW