El mecanismo que regula la elección papal nació en 1274, cuando Gregorio X impuso el encierro de los cardenales para evitar el caos que paralizó a la Iglesia durante casi tres años.
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El fallecimiento del Papa Francisco reavivó la atención sobre un proceso clave del Vaticano que ha perdurado durante siglos: el cónclave. Esta ceremonia, que hoy parece una tradición establecida, fue en realidad una respuesta drástica a una de las mayores crisis de la Iglesia Católica. Su origen se remonta a 1274, cuando el Papa Gregorio X instituyó este sistema tras una parálisis institucional que dejó vacante la silla de San Pedro durante casi tres años.
En el siglo XIII, Europa vivía profundas divisiones políticas y religiosas. En 1268, tras la muerte del Papa Clemente IV sin un sucesor claro, los cardenales se trasladaron a Viterbo, en los Estados Pontificios, para elegir al nuevo pontífice. Sin embargo, las disputas entre facciones enfrentadas –los güelfos y los gibelinos– bloquearon cualquier acuerdo. La Iglesia quedó sin liderazgo, lo que agravó la crisis institucional en medio de una Europa fragmentada y con el creciente poder de la monarquía francesa presionando desde el sur.
Ante la desesperación por la falta de decisión, las autoridades de Viterbo tomaron medidas extremas: encerraron a los cardenales en el palacio episcopal y comenzaron a reducir sus raciones de comida. Fue el inicio informal del modelo de encierro que más tarde institucionalizaría Gregorio X.
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Finalmente, tras 33 meses de deliberaciones –el cónclave más largo de la historia– se eligió a Teobaldo Visconti, un archidiácono que ni siquiera era sacerdote y que se encontraba en Tierra Santa. A su regreso, fue ordenado y coronado como Papa bajo el nombre de Gregorio X.
Consciente del caos que lo llevó al trono pontificio, Gregorio X promulgó en el Concilio de Lyon de 1274 la bula Ubi periculum, que estableció por primera vez el cónclave como procedimiento obligatorio para elegir al Papa. La norma imponía el aislamiento estricto de los cardenales, limitaciones alimenticias progresivas y prohibiciones para salir del recinto salvo por razones médicas.
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Gregorio entendía el aislamiento no solo como una estrategia política, sino como una condición espiritual para escuchar la voz del Espíritu Santo sin interferencias externas. Si bien algunos de sus preceptos fueron atenuados con el tiempo, el principio básico del cónclave –el encierro deliberado de los cardenales– continúa vigente.
Gregorio X falleció en 1276 y fue beatificado en 1713. Su legado institucional es hoy más relevante que nunca, en momentos en que la Iglesia Católica se prepara para designar a un nuevo sucesor de Pedro.
Fuente: Infobae
Foto: Diario Democracia