Noruega puso en marcha este miércoles uno de los proyectos más ambiciosos del mundo en la lucha contra el cambio climático.
Se trata de Longship, una iniciativa de captura y almacenamiento de dióxido de carbono (CCS, por sus siglas en inglés), que busca retener miles de toneladas de CO2 emitidas por plantas industriales y almacenarlas bajo el lecho marino, a 2600 metros de profundidad.
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La primera fase del proyecto incluye la captura de emisiones en una cementera ubicada en Brevik, gestionada por Heidelberg Materials, con una capacidad para evitar que 400.000 toneladas de CO2 lleguen anualmente a la atmósfera. A partir de 2029, se sumará una planta de incineración en Oslo operada por Hafslund Celsio, que capturará otras 350.000 toneladas al año.
Una vez capturado, el dióxido de carbono es licuado, transportado por barco hasta Øygarden, cerca de Bergen, y luego inyectado mediante una tubería submarina en un acuífero salino a más de 100 kilómetros de la costa. Esta parte del plan, conocida como Northern Lights, cuenta con el respaldo de gigantes energéticos como Equinor, Shell y Total Energies.
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El gobierno noruego ha comprometido unos 22.000 millones de coronas (alrededor de 2200 millones de dólares) en esta primera etapa, sobre un total estimado de 34.000 millones en diez años. “Es un gran paso adelante para la tecnología CCS en Europa”, afirmó el ministro de Energía, Terje Aasland, durante la inauguración.
Aunque el CCS es considerado clave por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), su alto costo y complejidad técnica siguen siendo barreras. A pesar de ello, Noruega apuesta fuerte a esta solución para reducir las emisiones de industrias como la del cemento, que representa el 7% del CO2 global, y marcar un camino hacia la neutralidad climática.
Fuente: RFI.