En los barrios de Córdoba, el avance del «pipazo» ha generado alarma tanto en las autoridades como en los residentes. Esta droga, que ha ido ganando terreno especialmente en zonas periféricas como Güemes, es un derivado de la pasta base de cocaína, conocida también como «paco» en otras partes del país. Su consumo ha comenzado a extenderse rápidamente, afectando a personas de todas las edades, sin distinción de género o clase social.
La principal característica del «pipazo» es su alto nivel de adicción y su consumo con una pipa artesanal, lo que convierte a los usuarios en «zombis» debido a los efectos inmediatos sobre su salud. El uso de químicos como permanganato de potasio y ácido sulfúrico en su fabricación aumenta los riesgos de daños graves, como infartos, trastornos neurológicos, y hepatitis fulminante. Además, el consumo continuo lleva a los individuos a una rápida pérdida de peso y a una grave desnutrición.
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Especialistas en toxicología, como Andrea Vilkelis, advierten que los efectos del «pipazo» son devastadores. La droga no solo provoca una euforia temporal, sino que genera un bajón tan intenso que los usuarios buscan dosis adicionales para contrarrestarlo, perpetuando un ciclo destructivo. En algunos casos, los efectos son tan severos que pueden causar convulsiones y edemas cerebrales.
El fenómeno del «pipazo» ha generado un aumento en la inseguridad de diversos barrios, como San Vicente y Maldonado. En estos lugares, el narcotráfico ha florecido, y los consumidores, en su desesperación por conseguir más dosis, recurren a robos. Vecinos de barrios como Güemes y San Martín reportan un crecimiento de los delitos menores, como el robo de cables y objetos de valor, hechos que están directamente relacionados con el consumo de esta droga.
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Desde las instituciones de salud y organizaciones de rehabilitación, como la Red Puentes, se trabaja en la recuperación de los adictos. Sin embargo, la pobreza y la falta de apoyo familiar complican el proceso. El psicólogo Fernando González resalta que muchos de los jóvenes involucrados en este consumo son personas sin hogar y con vínculos familiares rotos, lo que les impide acceder a tratamientos adecuados.
El impacto del «pipazo» en la sociedad de Córdoba es profundo. A medida que esta droga se expande, las comunidades deben enfrentar no solo la adicción, sino también la violencia y la inseguridad asociadas. Las autoridades y especialistas coinciden en la necesidad urgente de medidas preventivas que incluyan una mayor educación y un enfoque integral de la salud pública.
Fuente: La Voz del Interior.