En febrero, la Amazonia brasileña enfrentó un récord alarmante de casi 3.000 incendios, un fenómeno vinculado directamente al cambio climático y la intensificación de la actividad agropecuaria en la región.
Con 2.940 focos activos de fuego, este mes marcó el máximo histórico desde que se comenzaron a recopilar datos en 1999, según el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE), superando en un 67% el récord anterior de 1.761 incendios registrado en febrero de 2007.
Los expertos atribuyen esta cifra récord a una combinación de factores, incluyendo condiciones climáticas extremas y la expansión de la actividad humana en la región, con la concentración de incendios principalmente en el norte de la Amazonia.
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La sequía devastadora que afectó a la región entre junio y noviembre del año pasado exacerbó la situación, generando un «estrés» ambiental que favorece la propagación de incendios y dificulta los esfuerzos de contención debido a las condiciones geográficas.
Si bien se cree que algunos incendios pueden haber sido iniciados por causas naturales, como rayos, la mayoría son atribuidos a prácticas agrícolas y ganaderas, incluyendo la quema de tierras para prepararlas para la agricultura, una práctica común pero altamente destructiva.
El gobierno brasileño ha sido criticado por su respuesta a la crisis, con llamados para abordar tanto las causas estructurales de la deforestación como las prácticas ilegales de quema de tierras.
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El presidente Luiz Inácio Lula da Silva ha prometido acabar con la deforestación ilegal en Brasil para 2030, reconociendo la urgencia de abordar esta crisis ambiental.
El servicio de monitoreo europeo Copernicus ha destacado la gravedad de la situación, señalando que los incendios forestales en Brasil, Venezuela y Bolivia están generando niveles de emisiones de carbono a la atmósfera no vistos en dos décadas, lo que subraya la urgencia de tomar medidas para proteger esta importante región del planeta.
Fuente: Télam