«Ser amigo de Jesús no es el camino más placentero, ni el más fácil, es todo lo contrario, de cargar la cruz y seguirlo, saber soportar un camino siempre difícil, como en estos tiempos de pandemia, donde el sufrimiento aflora al lado nuestro», remarcó en su homilía, con un castellano extraño, el padre vietnamita Fu.
En efecto, además de la fe, la devoción y la esperanza, este 7 de agosto reforzó la súplica de más pan y trabajo. De ayudar a quien no tienen el alimento y pedir para que haya laburo, o poder sostenerlo si se ha podido conservar.
«Cada uno de nosotros puede ayudar, con lo que tenga a mano, para hacerle sentir al otro que no está desamparado», insistió el sacerdote.
El momento de darse la paz también fue particular, sin abrazos, sin acercamiento, sin una muestra de afecto.
La pandemia también impidió la habitual procesión, aunque la estatua de San Cayetano estuvo a disposición a la salida para que los feligreses pudieran renovar su fe.