Falleció a los 88 años en la misma habitación donde eligió vivir desde 2013, rechazando el lujo del Palacio Apostólico y abrazando la sencillez como estilo de vida.
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El papa Francisco falleció el 21 de abril a los 88 años en la habitación 201 de la Casa Santa Marta, su hogar dentro del Vaticano desde que inició su pontificado en 2013. Con esa elección, evitó los salones majestuosos del Palacio Apostólico y ratificó su compromiso con la sencillez, una convicción que marcó cada paso de su vida como líder de la Iglesia Católica.
Desde su llegada a Roma como Pontífice, Jorge Mario Bergoglio rechazó el boato. Su habitación era modesta: cama individual, una lámpara de lectura y un crucifijo en la pared. Sin vistas privilegiadas ni mobiliario costoso. “Necesitaba vivir cerca de la gente”, explicó su amigo y colaborador cercano, Monseñor Guillermo Karcher.
Cada jornada del papa Francisco comenzaba a las 4:45 de la mañana, entre oración, misa y lectura de diarios. Escuchaba tangos de Carlos Gardel y evitaba el uso de internet. Su desayuno era sencillo: yogur descremado y café, que compartía en el comedor común con sacerdotes, empleados y trabajadores del Vaticano.
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La coherencia entre su vida y su mensaje también se reflejó en su despedida. El velorio se realizó en la capilla de la misma Casa Santa Marta, con un ataúd austero, sin ornamentos ni detalles de lujo, tal como había dejado estipulado.
El papa Francisco vivió sus últimos días como vivió todo su pontificado: con humildad, cercanía y una clara renuncia a los privilegios. Su legado, más allá de lo doctrinal, quedará marcado por una elección profunda de estilo de vida, centrado en lo esencial y en los demás.
Fuente: Ámbito Financiero
Foto: Clarín